domingo, 8 de julio de 2012


    EL BASILISCO




Ingresa esta creencia a nuestra provincia con los santiagueños que llegaron para trabajar en la zafra algodonera y los obrajes. Dicen las abuelas santiagueñas que el Basilisco es una víbora con patas y cabeza de gallo. Que tiene la mirada penetrante, que mata con solo mirar a los ojos a las personas. Además su aliento es tan fuerte, que las plantas se marchitan cuando él exhala su aliento sobre ellas. Nace de un huevo de gallo puesto a la medianoche, sin yema, y empollado por un sapo. Para matarlo se debe colocar un espejo delante de él, para que se auto fulmine. No rapta, ni asusta a las personas. Debe tenerse cuidado de encontrarlo por el riesgo de morir fulminado por su mirada. 
La dispersión de la leyenda hace que en el noroeste argentino se afirme, que los tesoros o "tapados" escondidos en las cuevas de las montañas, son custodiados por Basiliscos. Quizá esta afirmación sea una transmisión no sistemática de la creencia europea de los primeros tiempos de la minería. Decían los mineros que en los socavones morían víctima del aliento de este terrible animal. En realidad se trataba de gases venenosos, de cuya presencia aprendieron más tarde a protegerse. Como toda leyenda popular, cuando un fenómeno físico sobrepasa los conocimientos que ostenta el hombre que lo observa, encuentra una salida sencilla y satisfactoria, mediante la fabulación. En la antigüedad, los habitantes de la región de Cantabria (España) afirmaban conocer al Basilisco y el arma que utilizaban para protegerse de él, era un gallo que portaba debajo del brazo, para que cante ante la presencia del demonio, único capaz (el gallo) de contrarrestar su poder. En antiguos tratados de Historia Medieval y China, encontramos relatos de Basiliscos con mucha frecuencia. Además en Europa se acostumbraba bautizar las piezas de artillería, con nombres de animales que configuraban una alegoría a su poder de destrucción. Basilisco se llamó a una pieza de artillería, de bronce, de gran calibre, que cayó en desuso por lo incómodo de su manejo. 
A consecuencia de la imposición cultural que significó el implante forzoso de la religión traída por los españoles, y la silenciosa resistencia a abandonar sus antiguos dioses de parte de los nativos, se produjo un sincretismo desordenado de algunas cuestiones culturales. Entonces es común encontrar límites imprecisos entre paganismo y religión (oficial). Así tenemos presencia de Basiliscos en la concurrencia de Salamancas, o custodios de antiguos tesoros en oro y plata enterrados por los aventureros españoles u Obispos poderosos ante la posibilidad de saqueo. 



          LEYENDA DEL CRESPIN
Cuentan que un día, estando el marido sumamente enfermo, doña Crespina salió en busca de remedio. En el pueblo, luego de comprarlo y mientras volvía al rancho, unos parientes la invitaron a una fiesta. Para evitar hacer un desprecio, ella accedió, pero con la intención de quedarse poco tiempo. Entusiasmada en el alboroto del jolgorio, olvido la noción de las horas. Alguien le avisó que su marido estaba muy grave, y ella pidió que le hicieran llegar el remedio que tenía consigo. Excitada por el barullo y la música continuó danzando. Mientras lo hacia llegó otro mensajero y le dijo que su marido se estaba muriendo y la llamaba a su lado. Pero indiferente a la urgencia del momento, ella continuo divirtiéndose , suponiendo que llegaría a tiempo. Hasta que llego alguien, vestido de luto, para darle el pésame, pues su marido ya había muerto, e invitarla a regresar a su casa :-Hay tiempo para llorar- había dicho doña Crespina, y siguió bailando. La inapelable sentencia divina la condenó por ello a que eternamente llorara el nombre de su esposo, convirtiéndola en un pájaro nocturno. Por eso, todas las noches, un gemido quejumbroso expía esa culpa llamando a su hombre: ¡Crespín! ¡Crespín!Como vemos, la mayoría de estas narraciones populares tiene una finalidad aleccionadora. Hay entre líneas un manifiesto mensaje moral- religioso. Porque el Ser Supremo castiga a los culpables, convirtiéndolos en feos pájaros nocturnos, que perturban el ánimo de sus ocasionales oyentes con su silbos lúgubres o su fea aparición, como es el caso del Yanarca o “ataja caminos”. Al igual que el Crespín, ella corporiza también el arrepentimiento eterno, en lo que recuerda lo que le paso al gaucho que no supo escuchar la voz de Dios. La yanarca – de patas largas y de ojos grandes-vuela bajito, al ras del suelo, mientras aparece y desaparece de la huella, acompañando al caminante.Pero así como Dios castiga la maldad también premia las virtudes. Y si al culpable lo condena a las sombras de la noche, a los otros le brinda la luz de la mañana. Si a los malos les elige oscuras plumas y plañideros silbos, a los buenos les regala vistosos colores y dulce canto. Tal es el caso de la Calandria , leyenda que es un ejemplo para las madres desnaturalizadas. 

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